El álbum arranca con el sencillo que le da nombre: “Genes Rebeldes”, un bolero cósmico en el que dos genes enamorados –literalmente– flotan en el polvo de estrellas, buscando extender la especie desde el amor. Congas, maracas, guitarras vintage y atmósferas espaciales se mezclan en una canción que parece salida de una galaxia paralela… o de un ritual chamánico pop.
Pero el viaje apenas empieza.
En “Eterno”, Andrea rinde tributo al eterno Gustavo Cerati. Y lo hace acompañada de Zeta Bosio, Richard Coleman e Hilda Lizarazu, en una mezcla de house y rock que logra lo impensable: sonar nostálgico y futurista al mismo tiempo.
“Mi Nicho”, por su parte, es un himno doméstico e íntimo, una especie de mantra sesentero hecho de guitarra, voz y humor agudo: una defensa del espacio propio cuando todo afuera arde.
Y luego viene “Rompan Todo”, compuesta por Héctor: una cumbia cyberpunk (sí, leíste bien) que lanza dardos directos a los sistemas de poder, a los corruptos de siempre, y que –como su título indica– invita a derribar lo que ya no sirve.
Un universo visual
Para acompañar el lanzamiento, Nicolás Caballero dirige el videoclip de “Genes Rebeldes”, una pieza digitalmente intervenida que narra el viaje de un alma antes de nacer. La obra visual acompaña la vibra poética del tema, reafirmando que Aterciopelados no lanza un disco: lanza una experiencia multisensorial.
¿Por qué este álbum importa?
Porque en tiempos de hiperconsumo y canciones desechables, Aterciopelados se atreve a hacer un disco con propósito. Porque la rebeldía aquí no es solo política, también es emocional, espiritual, femenina, ecológica, musical. Y porque, a 30 años de su debut, la banda no se repite: se reinventa sin perder su esencia.
Genes Rebeldes está disponible en todas las plataformas, y si algo queda claro es que Andrea y Héctor siguen bailando (y haciendo bailar) al borde del abismo, como solo los artistas verdaderos saben hacerlo.